En la historia de vida de la persona se producen continuas interacciones. Interactúa la persona con las personas, en contextos y con contingencias determinadas, tras estímulos externos, tras estímulos agradables o desagradables de su propio cuerpo, tras pensamientos automáticos, tras razonamientos, tras recuerdos, tras captar algo con los sentidos, tras impulsos, tras tener motivación por algo,... y se dan consecuencias que pueden influir posteriormente.
En las interacciones se dan los avances, se llega a vivenciar y adquirir conocimiento explícito y tácito. En esos intercambios se deja, en mayor o menor medida, de forma mínima o manifiestamente significativa, algo en la cabeza de la persona. Interactúa el organismo completo con el entorno y va creándose una tendencia de ser, de experimentar, de actuar,...específica o generalizada.
Y a nivel psicoterapéutico, la persona interpreta, huye, se acerca, soluciona, se enreda, se obsesiona, siente plenitud, se desanima, siente eficacia, siente que no se consigue lo que quiere, siente la dificultad, siente el malestar, siente rechazo, inadecuación, fracaso, dudas de si mismo, lucha contra sus reacciones,...
En la psicoterapia y la evaluación psicológica se analizan esos procesos de interacción con objetivos diversos: modificar la experiencia emocional y de comportamiento, motivar a afrontar situaciones, cambiar patrones de funcionamiento,...o simplemente ofrecer inicialmente un espacio terapéutico de confidencialidad total y de expresión de sufrimiento, dinámica de relaciones interpersonales, ansiedad, temores, dependencias, estresores, reacciones, comportamientos, etc.
En la interacción psicoterapéutica se analizan a fondo y con método los eventos, el sistema nervioso, la respuesta psicológica completa, las circunstancias y los efectos. Del pasado y del presente. No se puede no interactuar. En la interacción está el inicio y el proceso de modificación progresiva.